En 1970, Alvin Toffler publicó El Shock del Futuro. En este libro destacó el carácter acelerado del progreso científico y tecnológico y planteó la hipótesis de que bajo este tipo de cambio, en pocas décadas, los individuos y las sociedades simplemente serían incapaces de manejar una realidad que se modifica continuamente. Esto eventualmente haría que nuestras sociedades cayeran en un estado de parálisis (shock) en el que el progreso se vería resentido, incluso pudiendo detenerse abruptamente.
El futuro está aquí. El ritmo de cambio en nuestros días es de tal magnitud que es absolutamente imposible mantenerse al día en cualquier área del conocimiento. Esto sólo puede ser posible mediante un nivel sin precedentes de hiperespecialización.
Sin embargo, no nos hemos paralizado.
Hemos encontrado técnicas y desarrollado herramientas que nos permiten, no sólo manejar la enorme complejidad del cambio acumulado, sino incluso seguir creando cambios y acelerando continuamente.
Las metodologías ágiles son una de estas herramientas. Las metodologías ágiles nacidas en el universo del desarrollo de software, pero se han adoptado rápidamente -sin excesivas adaptaciones- a diferentes tipos de proyectos en áreas profesionales muy diversas, incluyendo la propia gestión empresarial.
¿Qué significa ser Agile?
Los métodos de desarrollo tradicionales comenzaron a ser cuestionados durante la última década del siglo XX. Hasta entonces la clave era planificar y documentar de forma extensa y detallada todo el trabajo que se iba a realizar, luego ir a ejecutar lo planeado teniendo cuidado fundamentalmente en el manejo de cualquier desviación que pudiera surgir. Sin embargo, esta forma de trabajo no permitió al equipo del proyecto adaptarse a los cambios que pudieran surgir durante la ejecución del plan. Cuando el proyecto llegaba a su fin, en el mejor de los casos ya no se ajustaba a todas las necesidades de los usuarios, en el peor de los casos era simplemente inutilizable. Cuanto mayor era el proyecto, mayores eran las desviaciones.
Debido a esa preocupación, la industria del software comienza a adoptar métodos de trabajo que ponen el énfasis en el desarrollo rápido, la adaptación rápida al cambio y el aprendizaje gradual de las necesidades de los usuarios. Metodologías como Scrum (1995), eXtreme Programing (XP, 1999), Lean Software Development (2003), Kanban (2004), entre otras, incorporan estas capacidades, dando solución a las deficiencias de las metodologías anteriores.
Durante Febrero de 2001 un grupo de especialistas en desarrollo de software creó el nombre de Métodos Ágiles para referirse a esta nueva forma de trabajar. Elaboraron el denominado Manifiesto Agile en el que se establecen cuatro valores a satisfacer en tales metodologías:
Estamos descubriendo formas mejores de desarrollar software tanto por nuestra propia experiencia como ayudando a terceros. A través de este trabajo hemos aprendido a valorar:
- Individuos e interacciones sobre procesos y herramientas
- Software funcionando sobre documentación extensiva
- Colaboración con el cliente sobre negociación contractual
- Respuesta ante el cambio sobre seguir un plan
Esto es, aunque valoramos los elementos de la derecha, valoramos más los de la izquierda.
En resumen, necesitamos centrarnos más en las personas y sus necesidades que en los procesos que desarrollan para satisfacer esas necesidades. Volvernos Agile.
Por supuesto, entender -o incluso aplicar- esos valores no es suficiente para afirmar que está utilizando una metodología Agile en nuestros proyectos. Es común encontrar profesionales de gestión de proyectos que pretenden utilizar un determinado método, Scrum o XP, por ejemplo, cuando en realidad no lo están haciendo.
Agile como enfoque para la ejecución de proyectos
Cuando empezamos a utilizar un enfoque para la ejecución de proyectos con una metodología Agile se nos anima a modificar la metodología para adaptarla a nuestras necesidades particulares, capacidades, cultura y características del proyecto. Guiados por esta recomendación, a veces modificamos o suprimimos elementos fundamentales de la metodología elegida, obteniendo resultados que no son atractivos o incluso contraproducentes. Al hacerlo, no estamos obteniendo una experiencia real y crear una percepción errónea sobre un enfoque Agile, poniendo en riesgo una adopción Agile exitosa.
La libertad no es lo mismo que el caos. Las metodologías ágiles son altamente personalizables, pero para modificarlas es obligatorio un conocimiento profundo del método elegido y un cierto grado de exposición trabajando con su sabor original.
Por último, convertirse en Agile es mucho más que adoptar una metodología específica o un conjunto de herramientas. Mediante el uso de una metodología Agile las organizaciones cambian gradualmente su centro de gravedad de los procesos y el control a las personas y sus necesidades… de los medios a los objetivos. Tener una mente abierta es un requisito indispensable para poder dar realizar ese cambio y poder disfrutar de sus ventajas.